Soluciona ya lo del entrenamiento terapéutico Pandora, para eso tú lo dejaste escapar.

Figura 1. Pandora observando el pajarito que moraba dentro de la caja regalada por Zeus 

El gran Dios del Olimpo, Zeus, enfurecido tras saber del robo acometido por Prometeo, quien afanó el fuego de los Dioses para dárselo a los hombres, hizo llamar a Hefestos, herrero del Olimpo, para que este lo ayudase a consumar su venganza contra Prometeo y los hombres pues, ni el primero debería haber robado el fuego ni los segundos deberían haberlo aceptado. Para su vindicta, Zeus encomendó a Hefestos la creación de la más bella mujer, aquella por la que los hombres no podrían vivir, ni con ella, ni sin ella. Y así, nació Pandora, una mujer con la belleza digna de una Diosa a quien Zeus envió al mundo de los mortales, no sin antes obsequiarle con una cajita cerrada que bajo ningún concepto debía ser abierta.


Cuando Pandora arribó al mundo de los hombres conoció a Epimeteo quien, embriagado por la magnificencia de Pandora, olvida que prometió a su hermano Prometeo no aceptar nada de los Dioses, pues estos eran astutos y traicioneros. Epimeteo, ante la suntuosa beldad de Pandora cae preso de amor y acaba aceptándola como compañera y, así también, aceptando al mismo tiempo la caja que la acompañaba, la cual ocultó bajo llave en un lugar seguro.


Pandora y Epimeteo compartieron largos años de felicidad, hasta que un día, mientras que Epimeteo dormía, Pandora robó la llave del lugar donde la caja se hallaba oculta, pues anhelosa de curiosidad quería ver el contenido de esta. Cuando halló la cajita, Pandora, sin pensarlo dos veces la abrió y, en un abrir y cerrar de ojos todos los males y miserias de la humanidad que se hospedaban dentro de esta fueron liberados al mundo de los hombres. Al percatarse de ello, Pandora trató de cerrarla, pero su esfuerzo fue inane. Finalmente, esta, atemorizada, se asomó a la cajita y vio que en un rincón había un pajarito…


Se acabó. El mal ya estaba hecho. Zeus había cumplido su objetivo: dar dolor a los hombres para vengarse de ellos y de Prometeo. Y entre los dolores escapados de la maldita caja, el más canalla: el arte de sembrar deliberadamente la incertidumbre mediante la inyección de ingentes cantidades de ruido en las personas, todo ello normalmente con el objeto de vender un producto o ganar un favor. Y es que, si la incertidumbre fuese un árbol su fruto no sería otro que la ignorancia. Una fruta que siempre deriva en poder de aquel que la siembra pues, la ignorancia no es solamente lo aún no conocido, sino que es también una estratagema deliberada para hacer que no se conozca.


La creación deliberada de la ignorancia mediante la siembra de incertidumbre es una estrategia para diseminar dudas sobre los hechos observados y sobre el conocimiento científico. De esta forma, la ignorancia frecuentemente es propagada para hacer creer a las personas que existen debates equilibrados, es decir, hacer creer a las personas que siempre existen dos puntos de vistas contrapuestos y que ambos son racionales. Así fue como en el pasado las compañías tabacaleras hacían pensar a las personas que sus productos eran inofensivos, técnica idéntica a la utilizada en la actualidad por los negacionistas del cambio climático. Esta falsa estratagema de hacer creer a las personas que siempre existen dos puntos de vistas contrapuestos y que ambos son legítimos ha permitido a fumadores antiguamente y a negacionistas climáticos hoy en día, alegar que hay dos versiones válidas de cada historia, degenerando todo ello en una especie de escepticismo nihilista donde se proclama aquello de: todo es válido porque nada es cierto.


Por supuesto, la siembra de ignorancia con el objetivo de obtener imposturas intelectuales lo podemos encontrar en todos los estamentos de la sociedad, no siendo una excepción las ciencias del entrenamiento. Y es que, en esta ciencia hay mucho hortelano de incertidumbre que pretende recoger ignorancia haciendo creer a las personas en varitas mágicas capaces de transformar el plomo en oro y los sapos en príncipes. Estos hechos pueden verse en muchas expresiones de las ciencias del entrenamiento, pero una de las más llamativas es la creación de conceptos lingüísticos prácticamente ininteligibles que no persiguen otra cosa que la manufactura de la ignorancia.


Y es que, antes de que Pandora abriese la caja, el concepto de entrenamiento era puro e impío pues, se conocía al entrenamiento como aquella actividad que estaba destinada a la mejora del organismo. Todo muy simple. Empero, tras Pandora liberar los males, estos se apoderaron del concepto de entrenamiento y lo transfiguraron mediante aberrantes vejaciones lingüísticas en conceptos incognoscibles tales como: entrenamiento funcional, entrenamiento clínico, entrenamiento metabólico, entrenamiento neuromuscular, entrenamiento salud, entre otros muchos. No obstante, entre todos estos conceptos incognoscibles se encuentra el más oscuro de todos, el denominado como entrenamiento terapéutico, un paraconcepto salido del mismísimo tártaro capaz de contorsionar intrincadamente el lenguaje para embelesar a la mismísima Atenea, Diosa de la sabiduría.


A la vista está que el concepto de entrenamiento terapéutico no deja de ser un juego de palabras que tiene por misión única difundir la incertidumbre mediante cantos de sirena para crear ignorancia entre las personas pues, aunque por fuera goza de la belleza de la mismísima Afrodita, por dentro es tan ponzoñoso como la sangre de una hidra. Veámoslo pues.


Lo primero que debemos saber para comprender si el entrenamiento terapéutico es mejor que el “entrenamiento de toda la vida” es qué significa el término terapéutico. Según la Organización Mundial de la Salud, “la actividad terapéutica se refiere a la prevención, el diagnóstico y el tratamiento satisfactorio de enfermedades físicas y mentales”. En tanto, podemos decir que el entrenamiento terapéutico es aquel que previene, diagnostica y trata enfermedades mentales o físicas.


Si analizamos bien la definición anterior, veremos que el innovador y flamante entrenamiento terapéutico no posee ningún objetivo que lo distinga de un “entrenamiento de toda la vida”, pues todos los entrenamientos, se llamen como se llamen, poseen los objetivos anteriores. Veamos un ejemplo:


Escogeremos para ello un “entrenamiento de toda la vida” que se va a componer de un solo ejercicio: andar (más clásico no lo puede haber). Observemos que este entrenamiento con un solo ejercicio cumple con los objetivos anteriores: 1) realizar 10.000 pasos al día previene enfermedades, por ejemplo, de tipo metabólico. Dígase hipercolesterolemia; 2) el simple hecho de caminar a diferentes porcentajes de frecuencia cardiaca puede identificar ciertas patologías, por ejemplo, metabólicas. Dígase glucogenosis tipo V; 3) el simple hecho de caminar 1 hora al día puede mejorar la sintomatología de enfermedades óseas. Dígase osteoporosis.


Como vemos, puede parecer que andar es un ejercicio terapéutico y, en consecuencia, nuestro entrenamiento planteado también es terapéutico. Sin embargo, no vamos a rizar más el rizo, pues todos los entrenamientos del mundo mundial cumplen con los objetivos anteriores y, por tanto, todos, absolutamente todos, serían “terapéuticos”. En tanto, el término terapéutico no añade información al término entrenamiento, siendo esto un simple adorno “marketiniano” que atenta con el principio de economía del lenguaje.


Por supuesto, antes de proseguir no nos resistimos a poner otro ejemplo. En esta ocasión vamos a coger otro “entrenamiento de toda la vida” que se va a componer también de un solo ejercicio para que sea todo muy facilito. En este caso, vamos a elegir pedalear en una bicicleta (otro clásico entre clásicos). Observemos que este entrenamiento compuesto igualmente por un solo ejercicio también cumple con los objetivos terapéuticos anteriormente mencionados: 1) pedalear durante 60 minutos ayuda a prevenir enfermedades como, por ejemplo, trastornos metabólicos. Dígase diabetes tipo II; 2) pedalear en una bicicleta mientras se monitorizan algunas funciones biológicas puede ayudar a identificar perfiles cardiovasculares de riesgo, por ejemplo, patologías cardíacas. Dígase arritmias; 3) el simple hecho de pedalear a una intensidad determinada puede mejorar la sintomatología de, por ejemplo, enfermedades pulmonares. Dígase fibrosis pulmonar idiopática.


Como podemos volver a ver, pedalear también parecer ser un entrenamiento terapéutico, ya que cumple con los objetivos anteriores. Sin embargo, nada más lejos de la realidad pues como hemos dicho anteriormente, no existe ningún entrenamiento que no sea terapéutico. Por tanto, podemos concluir que añadir la palabra terapéutico a la palabra entrenamiento lo único que pretende es crear un término prosopopéyico. En estos casos, donde claramente lo que se intenta es construir un término artificioso carente de significado, las personas deben tener claro que el apellidar a los entrenamientos no los hace mejores ni les proporciona poderes mágicos, pues decir terapéutico no hace al entrenamiento más terapéutico. La cosa aquí no se trata de poner nombres al tuntún a diestro y siniestro. La cosa aquí se trata de realizar una buena comprensión de los principios y variables del entrenamiento para adaptar este a cada persona. Es decir, el entrenamiento es beneficioso por el buen uso que se haga de sus principios y variables, no por la sandez que le acompañe en el nombre.

Figura 2. Variables y principios del entrenamiento (modificado del artículo “Designing Resistance Training Programmes to Enhance Muscular Fitness: A Review of the Acute Programme Variables”).


Por supuesto, la adición de este tipo de adjetivos al sustantivo entrenamiento no solo persigue un claro afán recaudatorio por parte de algunos pseudoprofesionales o pseudocolectivos que quieren hacer ver lo verde violeta, sino que también aumenta la complejidad de la ciencia. Así, la utilización de este tipo de constructos fantasiosos hace que las búsquedas de información cada vez se vuelvan más y más complejas. Antiguamente, si se quería hallar algún material sobre entrenamiento solo había que añadir la palabra entrenamiento más aquello con lo que se quisiera relacionar, por ejemplo, entrenamiento y diabetes. Sin embargo, actualmente para realizar una búsqueda, no solo tienes que poner la palabra entrenamiento más aquello que desees buscar, sino que también debes rastrear todos los términos absurdos que se han creado a partir de la palabra entrenamiento, por ejemplo: entrenamiento terapéutico y diabetes, entrenamiento clínico y diabetes, entrenamiento funcional y diabetes, entrenamiento neuromuscular y diabetes, entrenamiento metabólico y diabetes, entrenamiento salud y diabetes, etc. En definitiva, la creación de estos términos absurdos no solo persigue la búsqueda incansable de la ignorancia de las personas con el objetivo de aumentar lo recaudado vendiendo entrenamientos milagrosos, sino que también complican la búsqueda de información.


Todo en todo, le aconsejamos que no se deje de engañar por este tipo de artificios aparentemente científicos que no aportan nada. Destacamos en este punto a Nassim Nicholas Taleb quien expresa lo siguiente: “si quieres vender algo es mejor que lo expreses de una forma compleja, con teorías y teoremas enrevesados, ecuaciones complejas, vocabulario abstracto y demás pues, aunque carezcan de sentido, las personas quedarán mucho más impresionadas. Por desgracia tendemos a dejarnos llevar por lo que no comprendemos”.


Finalmente, y a pesar de todo lo narrado, tenemos la esperanza de que el concepto de entrenamiento poco a poco vuelva a ser lo que era pues, aunque Pandora dejo escapar a todos los males que había dentro de la cajita, agazapado en una esquinita quedó con nosotros un pequeño pajarito. Ese pajarito era la esperanza, de ahí que esta sea lo último que se pierde.



Este artículo fue publicado en la Revista Naukas el 21 de junio de 2020: https://naukas.com/2020/06/21/soluciona-ya-lo-del-entrenamiento-terapeutico-pandora-para-eso-tu-lo-dejaste-escapar/



Este artículo ha sido redactado por Miguel Ángel Puch Garduño, Graduado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y Máster en Rendimiento Físico y Deportivo por la Facultad del Deporte en la Universidad Pablo de Olavide. Actualmente, ejerce como Colaborador-Honorario en el Departamento de Gimnasia Acrobática en la Universidad Pablo de Olavide y es coautor, junto a María José López Barrio, del Proyecto Educativo denominado “No Todo es Ciencia”, destinado a la divulgación científica en Ciencias de la Salud.



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